Lo sé, soy un redactor suicida y ejerzo como tal. Tanto que me la juego hoy no ya con otra de esas extrañas palabras raras en español a las que os tengo acostumbrados -que también- sino con el vídeo musical de una canción que titula como el término elegido: ‘Chamarilero‘. No seáis así y disfrutad de la definición y de la banda sonora. No me lo tengáis en cuenta porque, oye, un temazo no será, pero estribillo pegadizo tiene, ¿no?
Canta Kiko Muñoz que es un chamarilero y especifica que vende penas viejas y sentimientos usados. Añade además, aunque esto último os dará menos pistas, que es una caricatura de lo que anteriormente fue. Un títere al antojo del pasado, especifica el vocalista mientras languidece al compás del blanco y negro.
Llegados a este punto probablemente os sigáis preguntando qué es un/a chamarilero/a. A lo que respondo yo, RAE en mano, que este sustantivo se atribuye a la persona que se dedica a comprar y vender objetos viejos o usados. Como el tal Muñoz en su canción, pero con peor fe que el anterior. O eso me parece a mi tratándose de comercio y viendo cómo se las gasta la sociedad del capital en este triste siglo XXI.
Como sé que os gustan los datos curiosos, os diré también que la palabra chamarilero fue incluida por primera vez en el diccionario de la Real Academia en el año 1803. Tiempo después su presencia parece haberse diluido, aunque, quién sabe, igual hasta la ponemos de moda.
Toca definir en esta ocasión la palabra rara vate, que no bate -con ‘b’ y referida al palo con el que se golpea la pelota en el béisbol y otros juegos- ni tampoco mate, yate o cate, términos igualmente bisílabos y acabados en -ate. Muy gracioso es el adjetivo botarate -persona alborotada y de poco juicio- y, entre otras muchas opciones, tenemos para los más golosos el chocolate, sirviendo también el aguacate si está maduro y bien azucarado.
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En países como Argentina, Bolivia o Uruguay se dice que alguien es un paquete (o una paqueta) cuando muestra un esmero desmedido en su arreglo, en su vestimenta o en sus modales. También se emplea para calificar a una prenda de vestir, a una vivienda e incluso para definir una celebración. “Una fiesta paqueta”, podríamos afirmar.
La palabra rara bochinche es más popular en América del Sur que en España, donde prácticamente ha caído en desuso. Es sinónima de tumulto, barullo o alboroto, aunque en algunos países como México se utiliza también para describir un baile o una fiesta.
El término chirene es un localismo originario de Bilbao, ciudad situada al norte de la Península Ibérica, en territorio vasco, y, según sus habitantes, la mismísima capital del mundo. Pues bien, allí, precisamente allí, nació la palabra rara del día; entre edificios de rancio abolengo, calles de indiscutible personalidad, la ría que observa con atención, puentes y paseos de renovada factura, recuerdos industriales y el museo más titánico jamás imaginado.
Según la Real Academia Española (RAE), la palabra rara zaborrero (o zaborrera, en femenino) se utiliza en el contexto laboral para calificar a aquellos obreros que trabajan mal, que son chapuceros. Y bien, no quisiera excederme con un colectivo, el de los “curritos”, que lleva miles de años levantando países con más sudor que alegrías, pero, reconozcámoslo, hay peones malos… muy malos.