¿Qué significa galopín?

Palabra rara galopínA galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar‘. Así decía uno de los más emotivos poemas del gran Alberti y así lo cantaba Paco Ibáñez guitarra en mano. No era aquel un galope cualquiera, sino el veloz y metafórico transitar con que el que escritor arengaba a las masas ante el sinsabor de la Guerra Civil Española. Un himno de lucha y solidaridad que galopines y galopinas deberían recitar para el perdón de sus pecados.

Hartos de preámbulos, supongo que a estas alturas querréis saber ya a qué tipo de persona podemos adjetivar con la palabra galopín. Pues bien, no os voy a hacer esperar: un galopín es algo así como un pícaro, un bribón. Un individuo desvergonzado, ducho en las artes del engaño. Se os ocurren unos cuantos, ¿verdad?

Por si fuera poco, añade el diccionario que el galopín va mal vestido, sucio y desharrapado por abandono, lo que, de algún modo, le convierte en una mala copia de aquel Lazarillo de Tormes cuyas aventuras y adversidades dieron brillo a la literatura castellana del siglo XVI.

Pero claro, el contexto manda y las palabras son tan ricas como acepciones atesoran. Y en el caso de galopín resulta que también sirve para describir a alguien con talento y de mundo. Así que aprenderos el nuevo término y usadlo como gustéis. Con un matiz positivo o con uno negativo. Al trote… o al galope.

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¿Qué significa badulaque?

Badulaque

Retomo el placentero arte de escribir y describir para definiros en esta ocasión la palabra badulaque. Así es como se llama un famoso bar de copas de la villa desde la que gestiono este blog. Y claro, no contento el menda con beberse hasta el agua de los floreros que ni siquiera hay en el citado local -o no los he visto dado mi estado de embriaguez cuando allí acudo-, tenía que saber, y daros a conocer, el por qué de badulaque.

Echo un vistazo al diccionario de la RAE y veo que, entre otras cosas, badulaque es un afeite compuesto de varios ingredientes que se usaba en otro tiempo. ¿Un afeite? Sí, lo sé, otra palabra rara. Dígamos afeite o dígamos aderezo, compostura o cosmético utilizado para la higiene o belleza del cuerpo.

Pero no os centréis mucho en la anterior acepción porque la mayoría de las veces el empleo de badulaque responde a la necesidad del emisor de adjetivar a alguien necio, inconsistente, de poco juicio o corto entendimiento. Y aún más: el badulaque es impuntual en el cumplimiento de sus compromisos. Un desastre, vamos.

Ay, qué mayor me estoy haciendo y cuánto me merezco un homenaje. Por ejemplo el de llamar badulaques a la gran mayoría de los miembros de la clase política española -cito ésta porque es la que conozco-. Badulaques por incapaces. Por demostrar pocas luces en el arte de gobernar y unos faros inmensos sin embargo en las habilidades de esquivar obligaciones y meter la mano en la caja ajena. Eso sí, un poquito de afeite y a correr.

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¿Qué significa chirene?

ChireneEl término chirene es un localismo originario de Bilbao, ciudad situada al norte de la Península Ibérica, en territorio vasco, y, según sus habitantes, la mismísima capital del mundo. Pues bien, allí, precisamente allí, nació la palabra rara del día; entre edificios de rancio abolengo, calles de indiscutible personalidad, la ría que observa con atención, puentes y paseos de renovada factura, recuerdos industriales y el museo más titánico jamás imaginado.

Se dice de alguien que es chirene cuando es graciosillosimpático,divertidoocurrente… Los chirenes suelen ser los reyes de la fiesta. Es cierto que son algo extravagantes y acostumbran a dar la nota, pero se les quiere, son salerosos y caen bien. Es éste, sin duda, un adjetivo que se adjudica con cariño, no en vano ser de Bilbao implica en sí mismo ser algo chirene.

Bilbaínos y bilbaínas tenemos fama de fanfarrones y, la verdad, es en parte cierto, para qué negarlo. Somos chirenes en fondo y forma y presumimos de ello. Sólo nosotros lucimos la txapela -gorro típico similar a una boina- con arte y soltura. Y eso hace mucho, nos da un porte inigualable.

Tal es la fama de esta ciudad que incluso los nacidos más allá de sus baldosas reclaman para sí su pertenencia  a la urbe. “Los de Bilbao nacemos donde queremos”, afirman reinvidicativos tan chirenes personajes. Y claro, nosotros les acogemos. Porque otra cosa no tendremos, pero acogedores somos, faltaría más.

Y qué decir de los chistes de Bilbao, una forma tan chirene como otra cualquiera de vanagloriarnos.

Ejemplo 1:
-Hola, buenas, ¿me da un mapamundi de Bilbao?
-¿Margen derecha o margen izquierda?

Ejemplo 2:
-Oye, Patxi, ¿y a ti qué te daba el segundo ejercicio?
-Me daba infinito.
-Aibalaostia, ¿sólo?

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¿Qué significa zaborrero?

ZaborreroSegún la Real Academia Española (RAE), la palabra rara zaborrero (o zaborrera, en femenino) se utiliza en el contexto laboral para calificar a aquellos obreros que trabajan mal, que son chapuceros. Y bien, no quisiera excederme con un colectivo, el de los “curritos”, que lleva miles de años levantando países con más sudor que alegrías, pero, reconozcámoslo, hay peones malos… muy malos.

Zaborreros y zaborreras abundan en todos los sectores del mercado laboral –y fuera de él-, pero es especialmente escandaloso el porcentaje de paletillas del tres al cuarto que, en comandilla, prometen mil y unas mejoras en hogares de todo tipo. Sin compromiso. Sin seriedad. Hablo de albañiles, de electricistas, de fontaneros, de pintores de brocha gorda y de otros representantes gremiales que, lejos de honrar la profesión, tiran su prestigio por el suelo. Sin pudor. Sin vergüenza. Por un puñado del vil metal que incita al pecado del mundo.

En mi opinión, son también zaborreros los ‘cambiapiezas’ del sector del automóvil, los gurús de la medicina milagrosa, los funcionarios de pereza infinita, las secretarias de incapacidad permanente, los directivos de ego desmedido y nula valía, los conductores que desafían el peligro, los policías de placa rápida y los mandamases acomplejados. Entre otros muchos.

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